Cristiano Ronaldo convirtió la modesta Nations League en su ‘mundial’, celebró como si él hubiera marcado el gol del título y se apoderó del trofeo incomodando a sus compañeros. 5b2m
Cristiano Ronaldo entiende al futbol como un deporte de alto rendimiento en donde los récords personales están por encima de todo.
Se sabe observado por una o decenas de cámaras en todo momento, por lo que cada una de sus acciones está bien pensada y ejecutada, como si se tratara de uno de sus grandes goles.
En la Final contra España, pese a que desde hace varios minutos estaba fuera de la cancha y era un espectador más, ejerció de protagonista: sentado en la banca rezó, hizo reiterados gestos de sufrimiento, se cubrió el rostro, se volteó para no ver la tanda de penaltis y cada acierto de sus compañeros lo hizo propio.
El clímax llegó con el disparo definitivo, pues tan pronto se enteró que ya eran campeones, se hincó y estalló en llanto sin que alguno de sus compañeros siquiera considerara sumarse a su celebración. Un par de integrantes del cuerpo técnico quisieron levantarlo de forma infructuosa, pues él estaba en lo suyo, en el show para la ‘CristianoCam’.
Más allá del gol que representó el 2-2 en el que hizo gala de olfato, ubicación y oportunismo, su desempeño en el partido fue muy pobre. A sus 40 años se mantiene como un portento individualista que únicamente está a la caza de empujar algún balón a la red. En términos generales, su influencia en el juego es escasa o nula.
Es apenas el tercer título que logra con su selección y no es cosa menor recordar que ha estado lejos de ser el ‘comandante’ de dichas conquistas: en la final de la Euro 2016 salió de cambio por lesión en los primeros minutos para ejercer de auxiliar técnico prácticamente todo el partido, decidido por un disparo lejano de Eder en el que quedó la sensación que el portero de Francia pudo hacer mucho más.
El domingo pasado se perdió los tiempos extra y en consecuencia los penaltis que le dieron el trofeo a los suyos. Sin embargo, la narrativa de sus millones de seguidores —incluidos muchos medios de comunicación, analistas y porristas vestidos de periodistas— suele decir que Portugal le debe la gloria. No fue así.
Los expertos de ESPN califican el partido de Cristiano Ronaldo que le da la segunda Liga de Naciones a Portugal.
En ninguna de las tres competencias fue elegido como el Jugador Más Valioso del Torneo y tampoco de la final.
El domingo pasado resultó sintomático que los jugadores de la selección vitorearon y lanzaron al aire a Nuno Mendes, a quien identificaron como el héroe de la batalla contra los españoles luego de que nulificó a Lamine Yamal, marcó un golazo e hizo efectivo su cobro en los penaltis.
Nadie le rindió tributo a CR7 salvo él mismo con sus gestos chocantes, premeditados y sobreactuados. En estos momentos debe seguir festejando un trofeo, que en honor a la verdad, es menor. La Nations League es un invento para que en lugar de disputar partidos amistosos en las fechas FIFA, las selecciones europeas tuvieran una competencia.
Claro que España quería ganar, y en semifinales Francia y Alemania, el mérito de los lusos en lo absoluto puede cuestionarse, pero sí el protagonismo excesivo de su capitán que, como niño chiquito con balón nuevo, se apoderó del trofeo e incomodó a más de uno de sus compañeros.
Cristiano celebró sin la mesura de los grandes ganadores y sin dimensionar el tamaño de la conquista. Más allá de que no existe un ‘festejometro’ que defina los límites, parecía que Portugal acababa de ganar la Copa del Mundo con un gol de último minuto obra de su legendario capitán.
Ganó la Nations League, y no es poca cosa que a sus 40 años siga con el deseo de mantenerse en la selección en donde es considerado una deidad por el entrenador Roberto Martínez, con todo y que ya no marca diferencia ni es el futbolista más importante del equipo.
Su legado será imborrable, estará por siempre en un Top 10 de los mejores de la historia, fuera del podio pero en un sitio de privilegio. Nadie le resta mérito, nadie puede obviar sus increíbles facultades; sin embargo, ni héroe ni salvador de la patria: su mejor actuación fue fuera de la cancha luego de que sus compañeros vencieron a la favorita España.
Convirtió la modesta Nations League en su ‘mundial’.