Oklahoma City Thunder tiene la fórmula para ser campeón. Los tubos de ensayo en su laboratorio hablan por sí solos: quien sepa istrarlos tendrá la llave del paraíso. Todo pasa, entonces, por las decisiones del alquimista, Shai Gilgeous-Alexander, para que reine la felicidad. Para que nada explote. El Juego 2 de Finales NBA fue una demostración de poder. Acción y reacción. OKC dejó en claro que si hace lo que debe, si mueve las piezas de manera adecuada -sobre todo en ataque-, no hay equipo en toda la Liga que pueda con ellos.
Ponemos el foco en ofensiva por una simple razón: es lo único que les impide asegurarse ya el trofeo Larry O'Brien. La defensa es magistral por donde se la mire. Algo así como la cabeza de la serpiente de este equipo joven y furioso. Lo fue en temporada regular y continuó también en playoffs. Intensa, asfixiante, frustrante. La génesis de su éxito está en la primera línea sin balón. Lu Dort. Cason Wallace. Jalen Williams. Alex Caruso. Y hasta Shai. Un poker de notables, acompañados del MVP. Estampillas de quien toque que sirven de primeros rayos; la tormenta, en el otro costado, se desata cuando corren a partir de los robos. Y el baile bajo la lluvia, a puro alarido, se da cuando logran prestarse el balón ya en ataque estacionado.
Esta es la receta de código abierto, exhibida a los ojos del mundo. No hay secretos. Es genuino, natural, pero claro: no lo logran siempre. Cuando la pelota no se comparte, cuando los jóvenes plagados de talento deciden que la obra teatral será una suma de monólogos, llegan los problemas. Ante la defensa hombre a hombre, ante la zona, ante lo que toque. Pasó en la serie ante los Nuggets. Pasó en el desenlace en el Juego 1 ante los Pacers en las Finales NBA. Curiosamente la kryptonita del Thunder está en sus propias decisiones. Cuando se miran al espejo. Suena increíble, pero nunca un equipo dependió tanto de sí mismo para ganar o perder partidos.
El básquetbol es un ajedrez en movimiento. Lo que más importa es la mente. Elegir algo, descartar otra cosa. Los entrenadores señalan la hoja de ruta: todo consiste en llevar los partidos al terreno que conviene. Confundir al oponente de la manera que toque. Bajar o subir el ritmo, hacer que el balón caiga en manos equivocadas, cambiar de manera frecuente las defensas. Si el Thunder entiende que juntos es mejor que separados, créanme: esta temporada está terminada. Por profundidad. Por habilidad. Por esfuerzo. Se hace imposible para cualquiera, incluso ante equipos que no se rinden nunca, como es esta versión 2025 de Indiana.
Los números le dan la razón cuando se presentan con su básquetbol sinérgico: son el primer equipo con cinco jugadores con 15 puntos o más en Finales NBA desde los Toronto Raptors de 2019.
Haliburton no pudo liderar a su equipo. Chocó una y otra vez contra una primera línea del Thunder, con Dort como defensor primario, que fue una llamarada. Tuvo, de hecho, cinco pérdidas de balón, cifra que iguala su máximo de temporada en este apartado. Frustrado, contenido, arruinado. Desde el juego y desde lo psicológico. La premisa de Mike Daigneault fue sencilla: quien controle al hacedor del caos, controlará al mundo.
Un cambio adicional, que llegó desde el banco de OKC, sirvió para terminar de cambiar el mapa de la eliminatoria: poner a Chet Holmgren junto a Isaiah Hartenstein juntos. Indiana, con ellos como defensores primarios, lanzó un 36% (9-24).
En la intensidad estuvo y está la diferencia. Oklahoma City se fortalece anímicamente con su juego sin balón, que es principalmente actitud. Pero también estuvo la carga al rebote ofensivo, el no caerse en cada arremetida del rival y en controlar con fluidez el ataque. Shai hizo 34 puntos, pero más importante que eso fue que no forzó lanzamientos. Compartió el balón y llegó a las ocho asistencias. Anotó o asistió en 56 de los puntos de su equipo. Y fue su undécimo partido de al menos 30 y 5 en una misma postemporada, marca que iguala a dos GOAT de la NBA: LeBron James (2015, 2017 y 2018) y Michael Jordan (1989 y 1990).
Sí, es como lo piensan ustedes en sus casas: lo del canadiense fue otra vez básquetbol de galera y bastón. De frac y conducta MVP.
Holmgren se mostró activo desde el minuto cero (15 puntos y seis asistencias) y Williams hizo lo habitual con su básquetbol mudo, extraído de una película de Charles Chaplin (19 unidades, cinco pases-gol y cinco tableros). Lo sorprendente estuvo en la segunda unidad: Alex Caruso (20 puntos) junto a la revelación Aaron Wiggins (18) sorprendieron espalda con espalda para convertirse en el segundo dúo en la historia de Finales NBA en anotar cuatro o más triples cada uno siendo suplentes. No ocurría desde que Kyle Kuzma y Markieff Morris lo lograron para los Lakers en la burbuja de Orlando (Finales 2020).
OKC tiene la fórmula para ser campeón: defender con intensidad, no dejar de lado la concentración y por sobre todas las cosas compartir el balón en ataque. No alcanza con tener las mejores individualidades. Tampoco es cierto que solo la defensa gana campeonatos. Se necesita la misma colaboración, el mismo compromiso, y sobre todo la misma inteligencia en un costado que en el otro.
El Juego 2 de las Finales de NBA se presenta, entonces, en modo de mensaje. La serie ahora se muda a Indianápolis.
Confirmar o refutar: a partir del miércoles, tendremos nuevas respuestas.