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Thunder y Pacers representan en las Finales NBA el triunfo del básquetbol del bien común c2u39

La tarde agoniza en la Metrópolis. Debajo de los escombros, entre el polvillo, la figura de Superman exhala su último aliento. La NBA de los superhéroes, de la retórica épica y la narrativa unipersonal, ha muerto de manera definitiva.

Las Finales nos enseñan, una vez más, que no todo lo que brilla es oro. Y viceversa. Las luces muestran a Luka Doncic, Anthony Edwards, Giannis Antetokounmpo, Jalen Brunson hasta incluso Nikola Jokic. Pero no se trata de uno para todos. Ni siquiera de todos para uno.

La NBA que triunfa, que acaricia un trofeo Larry O'Brien, es la de todos para todos. Y defiende la icónica premisa de Bear Bryant: "La ofensiva vende tickets, la defensa gana campeonatos".

Los Pacers no son Tyrese Haliburton. El Thunder no es Shai Gilgeous-Alexander. Mejor dicho, ni una ni otra franquicia son solo sus jugadores de cartel. Es la estructura la que funciona. Durante mucho tiempo se pensó que adquirir estrellas era sinónimo de éxito deportivo. Por supuesto, alguna vez ocurrió, porque la llegada, por ejemplo2, de Kevin Garnett a Boston Celtics sirvió para ganar el título de 2008. O la de LeBron James a Miami Heat alcanzó para ganar múltiples campeonatos de 2010 en adelante. Hoy todo funciona distinto, por el nuevo convenio colectivo de trabajo y también porque se apuesta a estructuras que se mantengan en el tiempo.

Es algo así como un truco de magia: por un lado, lo que nos quieren hacer ver, el marketing de las estrellas. Por otro lado, lo que es, la realidad de los equipos. El mundo, una vez más, ha vivido equivocado.

Sam Presti ha sido algo así como el Platón de la NBA 3.0. El mito de la caverna en la mejor liga del mundo fue resuelto en sus oficinas. Mientras todos observaban el reflejo de la luz contra la pared, Presti encontró la luz en el exterior. A veces, hacer algo diferente a todos es la respuesta. Subir con los ojos vendados los escalones invisibles que separan al loco del genio.

Mientras el resto de las franquicias se peleaban por jugadores en la agencia libre, Presti enseñó que la diferencia era tener picks de Draft. Soportó perder, ser el hazmerreír de la liga, hasta encontrar lo que estaba buscando. El largo plazo por encima del corto. Entender la letra chica de las cosas trae consigo esta clase de ventajas.

Los Pacers, por su parte, construyeron este escenario moviendo piezas en el tablero. Domantas Sabonis por Haliburton, Caris Levert por Andrew Nembhard, Ben Sheppard y capital de Draft, Malcolm Brogdon por Aaron Nesmith, dos picks de Draft por Obi Toppin, y Bruce Brown y tres picks de primera ronda tardíos por Pascal Siakam. No hay un solo camino para conseguirlo, pero lo importante es, primero, saber lo que se busca.

Thunder y Pacers, rivales en las Finales de la NBA con estructuras similares 491z

Los dos finalistas de la NBA tienen una estructura parecida: equipos profundos, con contracción defensiva de elite. Un dato de ESPN Stats and Info alienta esta premisa: son primeros (Thunder, 23.8) y segundos (Pacers, 18.5) en puntos procedentes de pérdidas de balón en esta postemporada. La defensa en primera línea es un trabajo mancomunado: Lu Dort, Cason Wallace, Alex Caruso, Jalen Williams en el Thunder; Andrew Nembhard y Aaron Nesmith en los Pacers. Referentes que han llevado a los contrincantes a sucumbir ante sus propias reglas sin pelota.

La defensa del Thunder, especialista en robos de balón, apostará a confundir a Haliburton. Enredarlo para que tome malas decisiones, para someterlo a pérdidas con presión incansable. Quien controle ese duelo mental, controlará todo lo demás. Del otro costado, el plan será parecido: Nesmith y Nembhard contra Shai (para más información, buscar: "Jalen Brunson frustración")

Thunder y Pacers son, además, equipos jóvenes. OKC promedia 25.6 años contra 27.1 de Indiana. Si el Thunder se corona campeón, será el más joven desde Portland Trail Blazers de 1976-77 (24.9). Y si lo logran los Pacers, serán los más jóvenes desde los Lakers del Showtime en 1979-80, cuando Magic Johnson era novato y se consagró jugando como centro la definición del torneo ante Philadelphia 76ers por lesión de Kareem Abdul-Jabbar.

Lo más interesante llegará, por supuesto, en el futuro, porque ni OKC ni Indiana son equipos que estén por sobre el impuesto al lujo. El trabajo de la gerencia en ambos casos ha sido tan bueno que más que un final de camino puede ser el comienzo de algo mucho más grande.

Superman, queridos amigos, ha muerto. El hero-ball le ha dado lugar al desarrollo grupal, a la sinergia de partes. A la defensa asfixiante combinada con el movimiento de balón. Con la multiplicidad de recursos para lastimar adentro y afuera de la llave. Y también, por qué no, ha permitido a genios en las oficinas dibujar mapas del tesoro para lo que sucederá luego sobre el parquet. ¿El escenario? Tener la suficiente flexibilidad para controlar salarios y, como consecuencia, egos desmedidos.

Juntos es mejor que separados. Quien controle esto, quien entienda estas posibilidades, provocará en cada rival que se presente la suma de todos los miedos.

Aprender, entender y como consecuencia dominar. El básquetbol del bien común ha destrozado al de los superhéroes ante los ojos de todos.

Una nueva NBA está entre nosotros.

Pasen y vean.